LA EMPATIA NOS HACE HUMANOS Y EL ODIO NOS CONVIERTE EN BESTIAS
¿Que nos diferencia de las bestias?Hace ya algunos años que estoy comprometido con la seguridad vial. Todo empezó cuando estaba tratando a una paciente para ayudarla a afrontar la pérdida de su marido tras una larga enfermedad, esta chica a la que llamaremos “Esther” tenía dos hijos pequeños, una niña de 5 años y un niño de 2; después de unas cuantas sesiones íbamos avanzando en la terapia, aceptando la perdida y afrontando el reto de criar a sus dos hijos y al mismo tiempo encargándose de todas las tareas que hasta entonces había compartido con su marido. Una tarde al no acudir a consulta y sabiendo lo implicada y comprometida que estaba con el tratamiento decidí llamarla por teléfono, ya que no era normal en ella el que se le pasara la cita, su hermana contestó la llamada y me explico lo que había sucedido:
Esther regresaba como cada noche de su trabajo a casa. Un vehículo invadió su calzada y recibió un impacto frontal, Esther y los dos ocupantes del otro coche, perdieron la vida, en el atestado forense determinaron que la causa del “accidente” fue el exceso de velocidad del otro vehículo, así como la tasa de alcoholemia de 1,2 gramos del conductor de ese vehículo. Cuando me enteré de lo sucedido me quede durante unos segundos petrificado, como si me hubieran clavado un puñal en el corazón, en ese momento te vienen muchas emociones que se agolpan, te invaden y no puedes hacer nada para evitarlo: rabia, tristeza, impotencia…pero cuando pude reflexionar con más calma, decidí implicarme y averiguar que se estaba haciendo para tratar el grave problema de los siniestros de circulación.
En el año 2000 en el mundo murieron 1.200.000 personas por “accidentes de tráfico” y 50.000.000 quedaron parapléjicas o tetrapléjicas. En 1990 morían cada año en España 6000 personas por “accidentes de tráfico” a todas estas víctimas tenemos que añadir los familiares y amigos que sufren todas estas pérdidas y tienen que cuidar a los que han sobrevivido con graves secuelas. Actualmente la cifra se ha reducido a 1300 pero no tenemos que conformarnos, tenemos que conseguir que nadie tenga que pasar por una situación como esta.
Desde la Universidad Autónoma de Barcelona y más concretamente desde la catedra de seguridad vial, están muy comprometidos con la educación vial y el cambio de actitudes hacia una conducción segura y eficaz, llevan años formando a formadores viales y psicólogos para trabajar conjuntamente en la reducción de accidentes de tráfico y sus consecuencias; me dije que era una oportunidad de contribuir y realice la formación como profesor vial y como psicólogo formador con el objetivo de contribuir a la reducción de las víctimas que se ven implicadas en los siniestros de circulación. Desde entonces imparto los cursos SIMS (cursos para la sensibilización de los infractores para una movilidad segura), estos cursos los realizan los conductores que han perdido los puntos o el permiso de conducir por infracciones cometidas contra la seguridad vial para poder recuperar los puntos o el permiso, aunque yo opino que deberíamos de realizarlos todos periódicamente ya que eso contribuiría mucho más a la finalidad de estos cursos, reducir los accidentes y sus consecuencias a través de la educación vial y el cambio de aquellas actitudes que fomenten, conductas de riesgo, imprudentes y temerarias, incidiendo en los factores como el alcohol, las drogas, la velocidad, las distracciones y sobre todo las que se derivan del comportamiento humano.
Una de mis mayores satisfacciones es acabar un curso y ver como los alumnos han podido hacer un cambio en sus actitudes (creencias, emociones y comportamientos) dirigiéndolas hacia un respeto por la vida, la de uno mismo y la de los demás, aunque a veces me siento impotente ante algunos casos que en lugar de empatizar con la vida, el odio los convierte en “bestias”.
En uno de mis cursos tuve un alumno al que llamaremos “Aurelio”, este alumno desde el principio mostró indiferencia, rencor, rabia y frustración, por tener que hacer un curso, por el dinero que le costaba, por tener que examinarse en la DGT y por no poder conducir hasta superar dichas pruebas. A penas hablaba pero cuando lo hacía era para quejarse y exigir que le facilitáramos el poder aprobar el examen en la DGT “porque para eso había pagado”. En el transcurso del curso en los descansos se había discutido y enfrentado a varios compañeros por cosas insignificantes, me di cuenta que tenía poco control de los impulsos y que me iba a dar problemas en la dinámica del curso.
Una de las fases del curso consiste en que una persona que ha sufrido en su vida las consecuencias directas o indirectas de un siniestro de circulación, lo comparte con el grupo y debatimos como nos hace sentir y cómo podemos realizar un compromiso hacia la seguridad vial y la vida. Este alumno cuando le pregunte delante del testimonio que sentía, la contestación fue “ He pagado 400 euros por el curso y lo que quiero es aprobar el examen y hasta ahora no hemos hecho test y no he aprendido nada” En ese momento estuve a punto de dejarme llevar por ese mismo “odio” que corroe la razón y el que sin duda estaba mermando el juicio de Aurelio, pero decidí que hablaría a solas con él y le pasé el protagonismo a sus compañeros para que opinaran sobre el comentario que había hecho y sobre lo que ellos habían sentido. La respuesta fue unánime, una defensa del dolor de una perdida, del derecho a la vida y un reproche hacia esa actitud materialista, egoísta e inmadura.
En otra parte del curso estábamos debatiendo que en ocasiones somos más prudentes en la conducción cuando llevamos a nuestros hijos que cuando vamos solos, les hice la reflexión de que si nosotros morimos dejamos huérfanos a nuestros hijos; Aurelio comentó con mucho rencor, que él había perdido a su padre siendo un niño y que no lo echa de menos y si el muriera en un accidente de circulación, tampoco sus hijos lo echarían de menos e incluso saldrían ganando ya que tenía una póliza de vida y podrían cobrar un dinero por su muerte. En ese momento comprendí que Aurelio sentía mucho odio en su interior y que necesitaba sobre todo ayuda porque por si solo iba a ser difícil que venciera el monstruo del resentimiento, es cuando cobra sentido la frase “dale un abrazo cuando menos se lo merezca porque será cuando más lo necesite”.
¡Todos llevamos dentro de nosotros un ser humano amable y al mismo tiempo una bestia, uno se impondrá al otro, dependerá de a cual estemos alimentando!
¿Y TÚ QUE OPINAS?
Jordi Sánchez