El miedo no es bueno ni malo, lo que marca la diferencia es la forma en cómo se manifiesta, su intensidad y la manera en cómo nos hace actuar. Es una emoción primaria, que juega un papel fundamental en la supervivencia y en la manera de sentir y vivir la vida.
Sin miedo no existiría la vida, pero un exceso de miedo nos hace no disfrutar de ella, por eso es tan importante encontrar el equilibrio. Desde que nacemos el miedo nos aleja de los peligros y nos permite aprender a desarrollar recursos y estrategias enfocados en la superación y la prevención.
Hay dos tipos de miedos, el miedo racional y el miedo irracional.
El miedo racional, aunque puede enseñarse y desarrollarse con la cultura, tiene como principal fuente los instintos, este nos protege y nos permite superar las dificultades. Cuando somos niños el miedo a las alturas nos evita exponernos a caídas donde podamos sufrir daños físicos, el miedo a los depredadores evita que las especies más débiles mueran al exponerse innecesariamente. Si vemos un perro con el lomo erizado que gruñe y nos enseña los dientes, el miedo a que nos muerda evitará que nos acerquemos.
El miedo irracional nos bloquea y nos hace reaccionar de forma desproporcionada ante una situación, que por sí sola no sería suficiente intensa ni amenazadora, nos impide reaccionar y por lo tanto enfrentarnos a la amenaza para poder cambiar dicha percepción. En muchas ocasiones estos miedos irracionales se inician en la infancia a través de las experiencias a las que nos vemos expuestos, a los valores y creencias que adquirimos con la educación y la cultura social de nuestra cultura y nuestra familia, donde las personas más cercanas cobran un especial significado, aprendemos sobre todo a tener miedo irracional por modelaje y por aprendizaje asociativo, donde el exceso de proteccionismo y perfeccionismo nos hace tener miedo al abandono, al fracaso, a decepcionar a no ser competentes a no cumplir con lo que creemos que los demás esperan de nosotros. Con el tiempo nos volvemos inseguros, desconfiamos de nuestras cualidades y tememos perder el control, la autoestima se resiente y nos protegemos con la ira, el mal humor y actuamos a la defensiva.
Si eres una de esas personas que tiene miedos irracionales, exagerados, desproporcionados y que te impiden disfrutar de la interacción con otras personas, viajar, tener una mascota o simplemente ser libre para elegir que quieres hacer con tu tiempo libre; pregúntate a que tienes miedo realmente, posiblemente te sorprenda cuando te des cuenta de que a lo que tienes miedo es a VIVIR, aunque lo que creas que te de miedo sea a morir o a sufrir. Cuando te des cuenta que vivir es una oportunidad y que tienes que montarte en el tren de la vida porque solo así podrás sentir, de nada sirve quedarte en la estación viendo pasar los trenes para no arriesgar o no tener un accidente si eso te impide gozar, amar, descubrir y aprender nuevas formas de ser más feliz
Si algo te da vergüenza, te limita, te impide relacionarte, aprender, te hace perder la seguridad o la confianza en ti mismo; cambia el miedo por la aceptación, la comprensión o el amor hacia ti mismo y los demás.
Descubrirás que cuando vives con confianza en tus posibilidades, tu potencial de felicidad cada día se acerca más a la realidad, ya que los miedos irracionales no son reales, son alucinaciones de tu mente.
Y TÚ ¿QUE OPINAS?
Jordi Sánchez